Sé persistente en tu fe

Al oír que el que venía era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!. Muchos lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
(Marcos 10:47-48)

Cada día somos blanco de obstáculos, críticas y oposición a nuestra fe. Desafortunadamente, muchos se sienten desanimados, incómodos e incluso se dan por vencidos debido a las dificultades para seguir a Jesús. Pero el ejemplo del ciego Bartimeo nos inspira a perseverar, incluso en las situaciones más difíciles.

Bartimeo era ciego y había oído hablar de Jesús y sus milagros. Esto produjo fe en su corazón. Cuando escuchó que Jesús pasaba, no perdió la oportunidad de clamar al Señor. La reprimenda para que no molestara al Maestro lo intimidaba. Pero su fe lo impulsó a buscar la transformación. Él sabía que aquel que todo lo puede no se resentiría de su fe sincera.

El Dios poderoso no te juzga por buscarlo con perseverancia y fe, ni te menosprecia por tu condición. Jesús es compasivo y atento a nuestras necesidades. Se preocupaba por el ciego que lo llamó y también se preocupa por ti. Busca a Jesús, aunque todo a tu alrededor te diga que no. ¡Insiste! Tu fe decidida te llevará a un encuentro transformador con Jesús.

Persevera y clama a Jesucristo

  • Más que una motivación positiva, la Palabra de Dios quiere generar en ti una fe genuina. ¡Léela más!
  • Si crees en Jesucristo, desarrolla una vida de devoción constante: búscalo en oración y estudia la Biblia.
  • La fe y la perseverancia pueden llevarnos a la presencia de Jesús, donde encontramos renovación y vidas transformadas.
  • Aumenta tu fe y amor por Jesús. Cuando clamamos a él con fe, él nos responde.
  • No tengas miedo de las críticas, el rechazo o la oposición del mundo. ¡Estar en presencia de Jesús vale la pena!

Para orar:

Señor, aunque el mundo intente silenciarme, ayúdame a perseverar en la fe que tengo en ti. Ayúdame a no tener miedo ni vergüenza, ni a dejar de buscar tu presencia. Así como tú tuviste gran compasión por el ciego Bartimeo, sé que también tienes compasión de todos los que creen y claman por tu ayuda. Hoy soy yo quien te pide, amado Jesús. Hijo de David, ¡ten piedad de mí y transforma mi vida! En tu nombre te pido y te agradezco. ¡Amén!

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